Cuentos, Micro-cuentos
QUE LA FANTASÍA, LOS SUEÑOS, LA MÚSICA, LAS IDEAS, SIEMPRE SE ENCUENTREN PRESENTE ES LO QUE PIDO. SIEMPRE QUE ESCRIBO ESTOY DENTRO DE CADA CUENTO, ES COMO SI YO FUERA DETRÁS DE CADA PERSONAJE Y DESCRIBIERA PASO A PASO LO QUE HACE...
Acerca de mí
- Gonzalo Eduardo Bravo
- PICHINCHA, QUITO, Ecuador
- MEJORAR ES LA IDEA Y FALTA MUCHO. CADA CRÍTICA ES BUENA, Y AYUDA.
Buscar en este blog
domingo, 9 de junio de 2013
Por suerte para ambos
Yo no sé por qué cada vez que me dejas solo empiezo a hacer cosas que contigo no haría. Cosas como extrañarte, cosas como abrazarte, cosas como besarte, cosas como pelearme, cosas como ahogarte en mi paranoia.
Pero aquella noche en que me encontraba bajo efectos de alcohol, a lo mejor. Creo, me revolcaba en las cobijas de mi cama, buscándote. Sí mi cama olía a ti. Mi armario olía a ti. Mi cocina olía a ti. Mi baño olía a ti. Mi ducha olía a ti.
Luego de no encontrarte en mi cama, ni en la cocina, ni en el armario, ni en el baño, de verme desnudo conmigo mismo, y acompañado de esa soledad que duerme en la silla que dejo todas las noches frente a mi cama. Y las ánimas que parecen meterse debajo de mis cobijas, logré ver que en cada uno de esos escondrijos, en los que está tu olor, hay calma, sonrisas, huecos, astillas, pudor avergonzado de haber sido ultrajado cada vez que lo queríamos. Y abrazos, que por suerte para ambos, no están hechos de estambre. Y así decidieron vivir.
viernes, 24 de mayo de 2013
Rizos, ondas, lacios y melenas
De algún modo mientras cerraba los ojos imagina ver los rizos que colgaban de las hojas de aquel árbol, que él pensaba tenía en frente, de pronto los rizos se tornaron lacios y amarillos, esa muchacha que sin razón alguna torpemente dejo sin ángulo de visión los rizos hacia él, los acariciaba.
Él sonrió, ella fingió que sonreía, él volvió a sonreír, abrió los ojos, y los ojos de ella lo escudriñaban profundamente, quería saber dónde estaban los rizos, ella solo vio, lacios, ondas y melenas colgando del mismo árbol. Esta vez ambos rieron, de pronto sin esperarlo, su sonrisa se opacó con un beso, que ella descaradamente le chantó. Él no se quejó, se lo dejó chantar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)